Mientras los señores Krons le explicaban a su hija su historia, Gerome estaba preparando la cena. Cuando estuvo lista, llamó a todos a la mesa. Había preparado el plato favorito de Jezebel, un puchero.
-Gerome, hoy cenaremos todos juntos. -declaró el cabeza de familia.
-Pero, señor, sabe que el protocolo...
-Gerome, te sentarás y con nosotros, se lo que dice el protocolo, pero es la última vez que cenaremos todos juntos hasta dentro de mucho tiempo. -Dijo Sheeba. Gerome asintió y tomó asiento en la mesa.
Jezebel tomó la mano de Gerome y la apretó, sonriéndole dulcemente.
-Gracias por la cena, Gerome. -Dijo la joven.
-Espero que te de fuerzas para superar el entrenamiento y llegues a ser Pretoriana. -Dijo el hombre apretando la mano de la joven.
Cenaron tranquilamente, hablando, riendo... Eran una familia feliz. Jezebel estaba impaciente porque se hiciera de día para empezar esa nueva etapa que siempre había soñado.
Después de cenar y pasar un rato frente a la chimenea, Jezebel subió a su habitación, terminó de empacar y se sentó en la cama con las piernas cruzadas, como un indio. Cogió la espada que sus padres le habían regalado, la sacó de la vaina y la dejó en la cama frente a ella. La observó, vio cada línea del acero con el que estaba hecha, era preciosa. Ahora que la miraba con más detenimiento, se percató de tenía grabada una ‘’J’’ en la empuñadura. Pasó los dedos por encima de su inicial y alzó la mirada, observó su habitación. Guardó la espada en la vaina y la colocó junto a su equipaje. Paseó por su dormitorio, tocó sus dibujos de cuando era pequeña, los retratos, su mesa... A partir de mañana todo sería diferente.
Estaba asustada porque no sabía lo que se iba a encontrar, pero también estaba ansiosa por llegar al barracón, conocer a sus nuevos compañeros. Al menos sabía que su mejor amiga estaría con ella. Mañana iría a recoger a Kathra al orfanato, así también podría despedirse de Jake y María.
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