Cuando volvió en sí, le dolía mucho la cabeza. Se llevó una mano al rostro, lo tenía vendado. Abrió los ojos y estaba en lo que parecía la enfermería, aunque venida a menos. Sólo podía ver por un ojo, el otro lo cubría la venda. El Capitán Kazuya estaba allí, preparando lo que parecía una pasta. Quiso incorporarse, pero un fuerte dolor en el costado se lo evitó. Al escuchar el quejido de la joven, el hombre se giró.
-Vaya, por fin despiertas. - Se acercó a ella y le inspeccionó el ojo descubierto. - Te has dado un fuerte golpe con el último tronco, no contaste bien. Estarás algo mareadas durante un par de horas, pero nada grave. Y al caer te diste contra uno de los postes que indicaban el camino, caíste encima y tienes magulladas un par de costillas, en unos días volverás a estar al cien por cien.
- ¿Por qué tengo vendada la cabeza entonces? -Preguntó la joven
-Parece que el tronco con el que te golpeaste, el que caía en parábola desde el frente, tenía alguna astilla saltada y te ha arañado. -Dijo el hombre. Jezebel palideció. -Tranquila, el ojo está bien. Tienes un corte desde la ceja hasta la mejilla, pero, por suerte, no tienes dañado ojo. -El hombre empezó a quitarle la venda a Jezebel.- Parece más de lo que es, tranquila.
Cuando acabó de retirar la venda, le dio un espejo y la joven se miró. Aún tenía restos de sangre en la frente y la mejilla, pero la herida estaba limpiar, tenía varios puntos. Miró a su capitán, aun algo asustada.
-Gracias Capitán Kazuya. -La joven se incorporó lentamente hasta quedar sentada. - ¿Llevo mucho inconsciente?
-No, el tiempo de recogerte del suelo, traerte aquí y hacerte la cura... Unos treinta, quizás cuarenta minutos.
- ¿Usted ha sido quien me ha hecho las curas? - Preguntó la joven, algo extrañada.
-Por suerte para ti y tu cara soy el mejor médico de la ciudad, por no decir que soy de los mejores de todo el Imperio, además el pelo te suele cubrir ese ojo, cosa que te recomiendo que modifiques. -Rio suavemente.
-Capitán, ¿me enseñaría medicina? -Dijo la joven. - Es indispensable saber algo al respecto, en cualquier momento podría encontrar a alguien que necesite ayuda. En alguna misión, alguien del escuadrón podría ser herido y, ser capaz de ayudarle, quizás pueda salvarle la vida.
Kazuya se quedó en silencio, escuchando a la chica mientras hablaba. ‘’Aun manchada con su propia sangre, no piensa en aprender para curarse a sí misma, quiere aprender para ayudar a los demás’’, pensó.
-De acuerdo, te enseñaré lo que se, o al menos todo lo que pueda. Mañana, por la tarde, cuando acaben los entrenamientos colectivos, vendrás conmigo y estudiarás de los libros que hay en mi despacho. -Concluyó el hombre.
-Gracias, señor. - La cara de Jezebel se iluminó y sonrió ampliamente.
-Ahora vete, descansa, no hagas esfuerzos innecesarios o esas costillas tardarán más en sanar.
La joven se levantó del camastro, se puso en pie, algo tambaleante, hizo el saludo de la Orden y salió de la estancia. Se dirigió a los aposentos de las chicas, necesitaba darse un baño. No había nadie, así que cogió su ropa, una toalla y entró al baño.
El baño era una sala grande, con varias duchas y, en medio, una bañera enorme donde cabían casi todas las chicas juntas. Se desnudó, se quitó la venda del costado para no mojarla y se introdujo en el agua caliente de la bañera hasta que estuvo completamente dentro. La mejilla le ardía un poco en contacto con el agua. Sacó la cabeza y se quedó apoyada en uno de los laterales con los ojos cerrados.
No habían pasado ni diez minutos y se empezó a oír jaleo en el dormitorio, las chicas habían llegado.
- ¡Estas aquí! -Mika fue la primera en entrar al baño y saltar dentro de la bañera. - ¿Estas bien? -Se acercó a Jez y puso cara de asco al ver la herida del rostro.
-No la agobies, Mika. - Dijo Karim. -Me alegra que estés bien. -Dijo mientras entraba en la gran bañera. - fue un buen golpe...tanto el del tronco como la caída.
-Dímelo a mi...-Dijo Jezebel y se puso en pie para mostrarles a sus compañeras el hematoma que le cubría casi todo el costado. - Kazuya dice que un par de días estaré recuperada, aunque supongo que el cardenal tardará un par de semanas en desaparecer.
- ¿Y el ojo? - Preguntó Kathra, que se sentó junto a su amiga.
-No –Jez negó con la cabeza mientras se sentaba, poniendo cara de dolor. - El ojo está bien, parece ser que el tronco tenía una astilla que me arañó, pero no llegó al ojo.
- ¡Me alegro de que estés bien! -Se oyó la voz de un hombre, que provenía del otro lado de la pared, casi en el techo, había un ventanuco, que conectaba ambos baños. Era la voz de Hawk.
- ¡Gracias! -Gritó Jez. -Pero cómo vea alguna cabeza asomarse por esa ventana, la cortaré.
Las chicas rieron y siguieron hablando mientras se bañaban. Pasaron allí como una hora. Cuando empezaron a salir, Jez le pidió ayuda Kathra para ponerse de nuevo la venda en el costado cuando ya estuvo seca. Después se vistió y al mirarse en el espejo, vio la herida del rostro, ahora ya estaba limpia, no había sangre alrededor. Su primera cicatriz. Y, seguramente, no sería la última.
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