Cada grupo de jóvenes se encaminó a sus respectivas zonas. Jezebel y Jake hablaban de que tenían que pasarse a saludar por casa de los Krons y el orfanato.
Cuando llegaron al barrio burgués, se encontraron la patrulla de Caballeros del Cielo, que les dio algunas indicaciones y les comunicó que sus tareas eran simplemente ayudar, si veían algo extraño, debían avisarlos a ellos.
Mientras caminaban por las calles, Jezebel vio en la puerta de una de las tabernas a su padre, reunido con sus amigos de siempre, sonrió y se acercó a él que estaba de espaldas.
-Disculpe, señor, debería bajar el volumen de la conversación. - Dijo la joven.
-Pero, ¿qué...? -El hombre se giró y vio a su hija. Su ceño fruncido se convirtió en una sonrisa cálida, dejó la copa de vino en el barril y abrazó a su pequeña con fuerza. - Mi niña...
- ¡Papá! -Exclamó la pelirroja y su padre la soltó de inmediato. - Aquí no hombre... que voy de uniforme. -Los amigos de su padre rieron al unísono. - Buenos días, caballeros.
- ¿Qué haces aquí, cielo? -Preguntó Aron.
-Estamos de patrulla, papá. -La joven se giró hacia sus compañeros. - Ya conoces a Jake y ella es Marina. -El hombre estrechó la mano de ambos jóvenes con firmeza. - ¿Mamá estará en casa? Quiero darle una sorpresa.
-Si -contestó Aron tras soltar la mano de Marina. - Ya debe estar en casa. Le encantará verte...-el hombre volvió a mirar a su hija. - Oh, pequeña, te pareces tanto a ella...- Y volvió a abrazarla, la joven se sonrojó, pero acabó abrazando a su padre. - Bueno, bueno...corre, sigue haciendo tu ronda –Soltó a la joven y carraspeó. - Tened cuidado.
-Si, papá, ¡te quiero! -Exclamó la joven cuando se alejaron del grupo de hombres.
Jezebel se despidió de su padre con la mano y siguió andando con sus compañeros, siguiendo continuando su ruta. Ayudaron a una anciana a llevar la compra a su casa, a un hombre a cambiar la rueda del carro, Jez le hizo una cura a un niño que había tropezado que era el hijo de un panadero y les dio varias piezas de pan para que las llevaran al barracón...
Al cabo de un par de horas, llegaron al orfanato donde vivían Jake, Kathra y Maria, había niños jugando en el patio que tal y como vieron al joven huérfano, corrieron hacia él. Los niños los asaltaron admirando sus armaduras y haciéndoles multitud de preguntas...
En el orfanato había casi medio centenar de niños, era uno de los mejores de la ciudad pues estaba en un barrio donde todos se ayudan entre todos, el panadero les da el pan que sobra del día, el carnicero les regala la carne que no ha podido vender, los carpinteros arreglan los imperfectos de la estructura... quienes no ayudan de esa forma, les da dinero, como es el caso del padre de Jezebel, siempre que puede entregar dinero al orfanato y algunas veces les regala telas de sus viajes.
Cuando oyó el jaleo que estaban haciendo los niños, salió la encargada del orfanato, una mujer mayor que había dedicado su vida a cuidar de los niños huérfanos de la ciudad, de todos los que podía hacerse cargo, la ayudan tres mujeres, que quedaron viudas y decidieron destinar su vida a los niños.
- ¡Jake! ¡Señorita Krons! -La anciana se acercó a los jóvenes y los abrazó. - Aun no me creo que lo consiguierais... Por Abel, miraos, cualquiera diría que ayer mismo teníais cinco años y jugabais a las peleas con palos... -Los jóvenes se miraron y rompieron en risa.
-Ahora también lo hacemos, señora Davis. -Dijo la joven.
Estuvieron un rato con los niños del orfanato y después continuaron su ruta, que tenían que pasar por casa de Jez. Al girar la esquina, Marina se acuclilló.
-Parece sangre... -Dijo la joven.
Jezebel la imitó, había algo en el charco de sangre, sacó la daga y lo levantó. Su rostro palideció y salió corriendo hacia su casa.
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