viernes, 2 de octubre de 2020

6. El día siguiente.

Jezebel casi no había dormido esa noche, se quedó hasta tarde hablando con Kathra. No había forma de librarse del matrimonio. 


Cuando el sol empezó a entrar por la ventana, se sentó en la cama y empezó a darle con el pie a Kathra para despertarla, tardó como treinta minutos en conseguirlo. Se levantó de la cama, se peinó y salió de la habitación, seguida de su amiga. 


- ¿Avena y leche? -Preguntó la joven a Kathra. Que lo único que hizo fue asentir. 


No había nadie en casa, Aron estaría trabajando, Sheeba en el club de costura y Gerome en el mercado, como casi todas las mañanas. Mientras preparaba el desayuno para ambas, no podía dejar de pensar en lo que había pasado la noche anterior. Puso los cuencos en la mesa y se sentó en silencio, no comió, sólo le daba vueltas al plato con la cuchara. 


-Jez, no puedes estar así toda la vida. Seguro que tu padre lo solucionará...-Dijo Kathra mientras engullía los cereales. 


-Sabes cuál es mi sueño... ¡y ahora mismo eso se ha ido a la mierda! -Dio un golpe en la mesa con el puño apretado. - Sabes que no soy de esas chicas que solo buscan casarse con el joven más apuesto y rico del reino... yo quiero aventuras, quiero viajar...- Hundió la cabeza entre las manos y resopló. 


Varios golpes en la puerta le hicieron alzar la cabeza. Se levantó de la silla y abrió la puerta. Dos Caballeros del Tercer Cielo estaban al otro lado del umbral. Jezebel se quedó boquiabierta y cerró la puerta de golpe al recordar que estaba en camisón. Cogió el abrigo del perchero, se lo puso y se abotonó. Volvió a abrir la puerta. Los Caballeros tenían una leve expresión de sorpresa.  


-¿Jezebel Krons? -Preguntó el Caballero más cercano a la puerta. La joven asintió y éste le entregó una carta. - Tenemos entendido de Kathra Smith también se encuentra aquí. Kathra apareció detrás de Jezebel y asintió. El otro Caballero le entregó otra carta. - Que pasen buen día, señoritas. -Ambos Caballeros se llevaron el puño al corazón, el saludo de la Orden del Cielo. InstintivamenteJezebel los imitó y cerró la puerta cuando se marcharon. 


Las chicas abrieron las cartas con nerviosismo, las leyeron. ¡¡Habían sido admitidas como cadetes de la Orden del Cielo!! Las chicas gritaron, saltaron se abrazaron e incluso se les escapó una lagrima. 

Todo era alegría hasta que Jezebel cayó en que se lo tendría que contar a sus padres, más concretamente... a su madre. 



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