jueves, 1 de octubre de 2020

4. La recepción.

Tal y como su padre le había pedido en diez minutos estaban bajando las escaleras, como dos señoritas. Sheeba las miró de arriba abajo y asintió, parece que estaba conforme a la vestimenta.  


La madre de Jez siempre ha sido muy rigurosa en cuanto a la educación y modales. Había enseñado a su hija a andar, hablar, comer como una dama, incluso la enseñó a tocar el piano. Aunque Jez seguía siendo una niña cabezota y empeñada en ser caballero, cosa que a su madre no le gustaba para nada.  


Las chicas ayudaron a poner la mesa del comedor, la que se usaba para las reuniones sociales, ya que ellos normalmente comían en la cocina. Parecía ser que tendrían tres invitados, a Jez no se le ocurría quienes podían ser. Después de colocar las cosas y los cubiertos, se sentaron en el sofá a esperar que llegaran los invitados. Jezebel y Kathra estaban muy cansadas y desanimadas por el día que habían tenido, pero no podían comentarlo allí o los padres de Jez se enterarían. Pasados unos minutos, llamaron a la aldaba de la puerta y Gerome fue a abrir, inclinó levemente la cabeza, saludando a los incognitos invitados. 

Eran una pareja, ambos rubios. El hombre era mucho más alto que la esposa y se veía imponente, a pesar de que tenía el tamaño de Aron. El padre de Jezebel presentó a las chicas que hicieron una leve reverencia y sonrieron. Los invitados eran el señor y la señora Moore. 

Ciertamente Jez y Kathra no prestaban mucha atención a la conversación que mantenían los adultos. 


-Quizás deberíamos pasar a la mesa, parece que nuestro hijo se retrasa. -Dijo el señor Moore, a lo que Sheeba asintió y todos se dirigieron al comedor.  

Una vez sentados, Gerome empezó a servir las bebidas, primero a los invitados, luego a los anfitriones y, por último, a las chicas. 


- ¿Qué edad tienes, cielo? -Dijo la señora Moore mirando a Jezebel, que se sobresaltó leve y la sacó de sus pensamientos.  


-Dieciseis, señora Moore, tengo dieciseis años. - Le dijo Jez con tono suave y sonriendo. 


-Nuestro hijo tiene diecisiete, seguro que os lleváis bien - Sonrió amablemente la señora Moore. - Debería estar al llegar, no creo que las pruebas se hayan alargado tanto... 


Las pruebas. El hijo de los Moore había estado en las pruebas. Jezebel miró a su amiga, su tez era pálida como la cal. La joven empezó a temblar, aunque intentaba disimularlo sin mucha eficacia. En ese momento, llamaron a la puerta. Jez cogió la mano de Kathra, apretándola fuertemente. Sólo esperaba que el joven que estaba a punto de entrar en su casa no ha hubiera visto en el coliseo compitiendo. Gerome se acercó a la puerta y la abrió, haciendo de nuevo una leve reverencia, se apartó para dejar pasar al chico. 


William. 





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