viernes, 13 de noviembre de 2020

40. Ayuda.

 ‘’Jez se miraba las manos, con la espada entre ella, estaba junto a una montaña de cadáveres, los cuerpos de sus compañeros. Frente a ella, con las manos ensangrentadas estaba el Enterrador, riendo a carcajadas. 

-Tú los has matado.-Reía el hombre. 


- ¡No! -Gritó la joven. - Tú y tu jefe los habéis matado. 


-No, pequeña, tú los has matado. Tú has hecho que te sigan hasta aquí. -Dijo el hombre mientras se acercaba a ella. Tú tienes tanta culpa como nosotros...-Volvió a reir. 


La joven se miró de nuevo las manos, la espada no estaba. En su lugar había sangre, tenía las manos cubierta de sangre. Calló de rodillas al suelo. Su respiración era muy acelerada y comenzó a gritar...’’ 


Jez! ¡Jezebel! -La zarandeaban, era la voz de Jake lo que la hizo abrir los ojos. 


-Jake...-Susurró la joven. Su respiración era rápida y la voz entrecortada. Se sentó en la camilla, pero una fuerte punzada en el costado la hizo volver a tumbarse y el joven la ayudó. 


-Eh, eh... tranquila –Dijo Jake en voz baja. - Has tenido una pesadilla. 


Las lágrimas comenzaron a emanar de los ojos de la joven y su amigo la abrazó con cuidado. Mientras lo abrazaba, Jez no paraba de mirarse las manos, pensando en el sueño. 


Pasados unos minutos, la pelirroja soltó a Jake, respiró hondo para calmarse y se secó las mejillas con los dedos, extendió la mano hacia el joven. 


-Ayúdame a levantarme. -Pidió la joven a lo que su amigo contestó negando con la cabeza. 


-Te han operado, debes descansar. -Dijo el joven y se colocó las manos en la espalda. 


-Jake, por favor... -Dijo la joven simulando tristeza. 


-Jez, nos hemos criado juntos... Se cuando mientes. -Dijo Jake sonriendo de lado. 


-Ay, Jake, ¡por favor! -La joven cruzó los brazos sobre el pecho. - Llevo, ¿qué? ¿Cuatro días aquí tirada? ¡Necesito moverme! ¡Me voy a atrofiar! 


-Jez –dijo su amigo. - Eres dramática y exagerada cuando quieres... 


-Vamos Jake! Quiero darme un baño... ¿Dónde está Derek? Seguro que él me ayuda 


-Derek –Dijo el joven chasqueando la lengua. - El capitán lo ha mandado a la ducha de una patada, llevaba aquí desde que te operó Phein. 


Jez gruñó suavemente y se dispuso a incorporarse. Le dolía, no podría decir lo contrario, pero no quería permanecer más tiempo allí tumbada. Además, tenía que hablar con Phein. Jake puso los ojos en blanco y acabó ayudando a su amiga, cosa que Jez agradeció enormemente. Cuando se pudo levantar, la sabana cayó. Estaba desnuda. Jake rápidamente miró a otro lado y la joven se cubrió con los brazos como pudo. Sólo cubría su piel el vendaje que llevaba alrededor de las costillas. Jake se quitó la chaqueta que llevaba y se la ofreció a Jez, que se la puso de inmediato. Al menos, ya no se le veía todo. 


-Ayúdame a llegar a la habitación, por favor...-Dijo Jez algo sonrojada. 


Jake simplemente asintió, rojo cual tomate. La joven le pasó un brazo por el cuello a su amigo y juntos se encaminaron al dormitorio de las chicas.  


Jez iba a paso lento, a pesar de que le operación fue en el costado, le dolía todo el cuerpo y supuso que sería por los cuatro días que llevaba tumbada en la camilla. Cuando llegaron a la escalera, Jez palideció y Jake se percató, así que se dio la vuelta y la cogió a caballito para llevarla al piso de arriba. Una vez en la puerta del dormitorio, Jez se bajó de la espalda del joven. 


-Gracias, Jake. -La joven sonrió y le dio un beso en la mejilla a su amigo. - En un rato te devuelvo la chaqueta... o no. 


-De nada, pelirroja. -Sonrió el joven, girándose para dejarla sola. 


Cuando Jake volvió a bajar las escaleras, entró en la habitación que, milagrosamente, estaba vacía. La joven se encaminó hacia su cama, tomó ropa limpia y se fue al baño a darse una ducha, ya que no sabía si podría meterse en el agua hasta que no hablara con Phein, pero no iba a ir a verlo de esa guisa. 


Tomó la esponja y se enjabonó, luego limpió la esponja y se quitó la espuma con sumo cuidado para no mojar el vendaje. No se pudo lavar el pelo, ya que mojaría la venda. Quizás después pudiera pedirle ayuda a una de las chicas para que se lo lavara. Salió del baño, se secó y se vistió. Pantalones, botas y una camisa ancha. Se recogió el pelo en un moño y se dirigió a la oficina del capitán que, por suerte, estaba en la misma planta. 








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